1994 - Manifiesto mínimo - Roy Ascott

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Texto

Al modelar cómo encajan las cosas en la naturaleza o en la sociedad, el arte es tanto un estímulo para el comportamiento contemporáneo cuanto su reflejo. Cuando en las calles encontramos enfrentamientos bélicos, violencia sin sentido o desesperada aquiescencia en la falta de vivienda y el desempleo, debemos recordar que el arte puede ser tanto la causa de los acontecimientos cuanto su expresión o representación. Objetos y artificios de galerías y museos individualmente pueden o no ser potentes o poderosos, pero la suma de actitudes culturales y valores sociales de la que son parte, de la que proceden y a la que se dirigen e incluso apoyan con su silencio, pueden afectar directamente al mundo real. El arte puede matar.

El arte es la expresión más clara de la voluntad de una sociedad y de su capacidad para construir o destruir. No solo articula esa voluntad sino que agudiza su resolución al identificar, aclarar y revitalizar las cuestiones esenciales. Incluso bajo el pretexto de apoyar sus oposiciones y respetar su resistencia (con exposiciones, publicaciones y honores otorgados a sus artistas “radicales” y “disidentes”), el Estado siempre reforzará en última instancia sus ideologías con la cultura que protege.

En la creación de esa cultura, universidades y academias tienen mucha responsabilidad. Incluso la indiferencia de su torre de marfil es política. Han valorado, apoyado y promulgado sistemáticamente el culto a la expresión individual por encima de la construcción colaborativa, el análisis por encima de la síntesis, la especialización por encima de la integración. Ahora estamos pagando el precio. Tenemos una sociedad profundamente dividida, carente de toda coherencia, y una cultura que es solipsista, egoísta y totalmente insensible a la violencia y el conflicto en el mundo. De hecho, aplicar el concepto mismo de “cuidado” a la estética posmoderna evocaría solo la risa más hueca y despectiva.

Con su asunción acrítica de autoridad privilegiada, la mayoría de instituciones culturales y educativas han tratado el conocimiento como algo que debe transmitirse, repartirse, inculcarse y absorberse, en gran medida un proceso unidireccional que refuerza el statu quo. La interactividad a cualquier nivel se considera con cautela y sospecha. Las críticas son bienvenidas siempre y cuando no conduzcan a la acción. Excepto cuando se produce un escándalo público, el sistema de aprendizaje rara vez está sujeto a un escrutinio profundo. Mientras que la gestión, la manipulación fiscal y la planificación corporativa se revisan constantemente, rara vez se evocan nuevas ideas sobre la comunidad, la autocreación o la reconstrucción radical.

Sin embargo en las nuevas ciencias, ya sean cuánticas, cognitivas o genéticas, se considera cada vez más que la realidad ya no está dada, predefinida y preordenada, sino que debe construirse desde abajo, de manera que la definición y la evolución de la naturaleza y de nuestra propia identidad humana están progresivamente sujetas a nuestra intervención tecnológica. También el arte se preocupa cada vez menos por la simple representación o expresión. Está surgiendo la voluntad de repensar, reconstruir y construir nuevas realidades. El arte de las academias clásicas no logra promulgar los tres ejes de nuestra humanidad: conectividad, construcción y amor. Precisamente por la convergencia de estos deseos debemos buscar el sentido en las nuevas ciencias, las tecnologías y el arte emergente de la interactividad que explota el potencial transformador de nuevos sistemas tecnológicos y posbiológicos.

Para contrarrestar la inestabilidad y la incertidumbre que parecen amenazar nuestro futuro, no basta simplemente con crear nuevos puestos de trabajo, nuevas herramientas o nuevas inversiones. Los cambios políticos de izquierda a derecha no pueden detener nuestra esclerosis social. Se trata de crear nuevas interfaces con el mundo, nuevos organismos de aprendizaje y producción que nos permitan participar activamente en nuestra propia evolución. Las artes relacionadas con la interactividad y la transformación, en su mayoría basadas en sistemas digitales, pueden proporcionar modelos de ser, de colaboración y de producción que pueden aportar un nuevo pensamiento y una nueva visión a nuestro estancamiento espiritual y decadencia económica.

Contexto

Minute Manifesto fue enviado por correo electrónico y publicado en Leonardo Electronic Almanac en agosto de 1994. Ese mismo mes Ascott había presentado en el 5th International Symposium on Electronic Art (ISEA94) celebrado en Helsinki (Finlandia) la ponencia “The Planetary Collegium. Electronic Art and Education in the Post-biological Era”. Ahí presentaba un nuevo modelo pedagógico para las artes vinculado con las nuevas corrientes científicas y la cultura telemática que despuntaba entre los jóvenes al interior del ciberespacio que pondrá en práctica ese mismo año, fundando el Centro de Investigación Avanzada en las Artes Interactivas (CAiiA) en lo que ahora es la University of Wales (Newport, Reino Unido). Tres años después, Ascott estableció STAR (Science Technology and Art Research) en la University of Plymouth (Reino Unido). CAiiA-STAR constituyó una plataforma de investigación conjunta renombrada en 2003 como The Planetary Collegium que hoy cuenta con nodos en diferentes países


Licencia Leonardo/ISAST.

Autoras

Fuentes

Enlaces

URL:

Wayback Machine: https://test.leoalmanac.org/wp-content/uploads/2011/06/LEA-v2-n8.pdf