2012 - Glitch Feminism Manifesto - Legacy Russell
Texto
Esta pieza iba a ser sobre la estrella porno James Deen.
Después de leer aquí y allá sobre Deen, pensé que probablemente habría algo en él sobre lo que vale la pena escribir. El único problema es que entre más conozco de su trabajo menos quería escribir al respecto. Quizás el problema no es Deen en sí mismo ni el elogio recibido en las calificaciones favorables de las mujeres que conforman su audiencia online. En todo caso debe escribirse sobre lo que sucede cuando una mujer experimenta el sexo, específicamente su propio sexo en relación con una exploración de su sexualidad individual y la liberación de la misma, mediada por la pantalla de una computadora.
Hay un número limitado de vídeos estelarizados por Deen que una mujer puede ver con el objetivo de llevar a cabo una “crítica”: en un determinado momento el proceso es interrumpido por una de dos posibilidades. La primera es una pantalla atascada, sobresaturada por tener demasiadas ventanas abiertas, demasiados contenidos reproduciendo al mismo tiempo; intento educarme, formar un criterio propio, así que quiero verlo todo, escucharlo ahora mismo, todo al mismo tiempo. Dejaré que adivinen la segunda interrupción. Como pista solo diré que la pequeña muerte de nuestro cuerpo puede reflejarse facilmente en la metáfora del “glitch” digital, una pequeña muerte digital, un resuello, un cambio, un respiro, una suerte de estornudo, una pausa. Un glitch. Escribo desde ahí: desde el glitch. El momento de la propia participación en la actividad sexual online, donde los mitos del AFK “Away From Keyboard” (lejos del teclado) y del IRL (“In Real Life”) que conforman las dos facetas del dualismo digital propuesto por Nathan Jurgenson se colapsan, y al colapsarse alcanzan su deslumbrante potencial.
En la la obra “Feedback, White Noise and Glitches: Cyberspace Strikes Backs” Chrsi Baraniuk observa que los “los glitches, el feedback, el ruido blanco, la interferencia, la estática, a pesar de no ser la última frontera, son hasta ahora el límite”, y más adelante señala que “... los glitches… nos recuerdan que lo que vemos en la pantalla es sujeto de una forma específica de entropía que no existe en el mundo físico....”. Cuando nos enfrentamos con esta especie de interrupción, elegimos hacer físico desde nosotro mismos, con nuestros compañeros, el mundo que nos rodea, el mundo que, sin esta pausa, no sentiríamos ninguna urgencia de manifestar por nosotros mismos, con nosotros mismos.
El glitch es el orgasmo digital donde la máquina da un suspiro, un estremecimiento, un espasmo. Estos momentos han sido integrados a las rituales y las rutinas de nuestra propia acción física, impactando la forma en que interactuamos con nuestros propios cuerpos, y cómo exploramos nuestras fantasías y deseos más profundos alentados por estas micro-convulsiones mecanizadas. El glitch es el catalizador, no el error. El glitch es el accidente feliz. Cuando la computadora se traba a la mitad de una conversación, mientras el video carga y se niega a reproducir, estos momentos son una nueva forma de juego erótico dentro de la experiencia sexual. Queremos lo que no podemos tener; sea lo que sea que deseemos obtener, el glitch nos obliga esperar y gemir por ello.
El IRL del dualismo digital se yuxtapone con lo AFK, una falsedad, ciertamente: la noción en decadencia de que de cierta manera somos dos personas operando aisladas la una de la otra, en lugar de un ser continuo, dos partes de una ecuación orgánica parte de una narrativa continua de existencia humana en el marco de la vida cotidiana. El glitch anula la diferencia conectando ambos extremos. Al observar contenidos en línea, la rueda arcoiris que gira, el hipo pixilado, la pantalla congelada, o la señal de buffering actúan como fisuras, nos confrontan con el reconocimiento de la separación entre nuestro yo físico y el cuerpo que se smerge en la fantasía de participar en actividades sexuales online. Sin embargo, al mismo tiempo, el glitch nos empuja a “escoger nuestra propia aventura”, a terminar la historia y, en el proceso, a reconocer que cuando la mediación del espacio digital nos falla, aun y brevemente, seguimos justo desde donde nos quedamos, llevando la revolución a lo offline, pero sin sacarla del cuerpo, demostrando así lo falaz de la dialéctica dualista digital. ¿Nos reiniciaremos? ¿Restart? Tal vez. En última instancia, puliremos las cosas como lo veamos adecuado y le pondremos un moño a la meta final de la jouissance—forrado y enderezado—y, porque así lo queremos, arrebataremos nuestra satisfacción.
Escribo sobre la “actividad sexual” en un sentido amplio, en términos genéricos: hablo de ver porno, pero también del cibersexo, el sexting, los juegos de fantasía en G-chat, o la carga y descarga de contenido sexualmente-orientado en el internet. El glitch es lo que incita anticipación—el éxtasis de la interferencia. Una différence inmersiva en el sentido más puro del término francés— al mismo tiempo “diferencia” y “deferencia”. Aunque con frecuencia se le descarta peyorativamente como un aspecto del error técnico, para mi el glitch denota una extensión del ámbito del juego erótico, signifique esto “jugar” con uno mismo o con un otro virtualizado, imaginado, que espera usto al otro lado de la pantalla metafórica.
Con esto en mente, propongo un giro hacia una nueva radicalidad al acuñar el término “feminismo glitch” para usarlo por primera vez en estas páginas, por mi propia mano, mano que en este viaje ha encontrado su hogar igualmente sobre las teclas que entre mis piernas.
Debe señalarse que la palabra glitch suele relegarse al ámbito del slang, lo cual explica la facilidad de asignarle conotaciones negaticas. El sitio Urban Dictionary lo define como “un error en un sistema estructurado”; Dictionary.com lo define como “un defecto o error de funcionamiento en una máquina o plan”. En una sociedad que condiciona al público para sentirse incómodo y hasta abiertamente aterrado de los errores y fallas de funcionamiento en nuestras mecánicas socio-culturales—apoyanddo ilícita e implícitamente una ética de “no hacer pleito”— un “glitch” se vuelve una metonimia apropiada. Sin embargo, el Feminismo Glitch adopta la causalidad del “error” y pone de cabeza las sombrías implicaciones del glitch al reconocer que un error en un sistema social que siempre ha estado ya perturbado por la estratificción económica, racial, social, sexual y cultural, así como por la máquina demoledora de la globalización imperialista—procesos que continúan ejerciendo violencia sobre todos los cuerpos— podría de hecho no ser en absoluto un error, sino un erratum necesario. Tal glitch es una corrección de la “máquina” y, a su vez, un alejamiento positivo. Este glitch del que hablo aquí llama a romper con la hegemonía de un “sistema estructurado” cargado de la pompa y ceremonia del patriarcado que ha marginalizado a los cuerpos identificados como femeninos por demasiado tiempo, y que sigue ofendiendo nuestras sensibilidades al darnos un pedazo del pastel y suponer que eso nos satisface. Queremos reclamar un lugar permanente a la mesa, un medio empoderante para demarcar el espacio que puede ser poseído enteramente por nosotras, un verdadero “cuarto propio” que, a pesar de los avances de la acción política feminista, aún no nos pertenece por completo.
Una Feminista Glitch reconoce el valor de lo visual, y el papel revolucionario que la práctica digital cumple en expandir la construcción, deconstrucción y re-presentación del corpus identificado como femenino. Reconocemos que la rigidez del dualismo digital debe ser abandonada, pues alimenta los binarios de lo real y lo virtual que reflejan la figuración desenfrenadamente socializada de lo masculino y lo femenino.
Se ha conjeturado que las raíces etimológicas de “glitch” vienen del yiddish “glitch” (“área resbalosa”) o del alemán glitschen (“resbalar, deslizarse”); ésta resbaladilla es lo que el glitch vuelve plausible, nadar en lo liminal, una trans-formación entre individualidades. La brecha digital, como la brecha de género, es una construcción que permite fijar el falogocentrismo, sistemas normativos orientados a la división necesaria de las identidades, al habernos convencido de consentir a su neutralidad naturalizante, a pesar de la cruda realidad de que tales estructuras no son realmente “neutrales” ni naturales en absoluto. Como cuerpos, somos una narrativa extendida, eternas en nuestras geografías, impregnadas de fisuras inesperadas que nos llevar a re-presentarnos y, en el proceso, vernos nuevamente bajo nuevas luces y exploraciones. Por más capaces que somos de sufrir movimientos tectónicos, seguimos siendo inconfundiblemente continuas. El Feminismo Glitch no es específico a un género—es para todos los cuerpos que existen en algor lugar antes de llegar a una identidad final concretizada, fácil de digerir, producir, empaquetar y categorizar para un público voyerista convencional.
El Feminismo Glitch es por tanto un feminismo para la era digital, una anunciación de agencia virtual, un florecimiento de particularidad e individualidad. El “Glitch” se rehusa a ser categorizado como subtexto, rechaza la etiqueta de subversivo, no habla por el marginado ni por el subalterno, pues el prefijo “sub-” debe ser marcado como un modo de consentir con nuestra propia exclusi[on del canon, la academia y el ideal platónico. El primer paso para subvertir un sistema es aceptar que dicho sistema permanecerá en pie; habiendo dicho eso, el “glitch” dice ¡a la mierda sus sistemas, sus demarcaciones, sus determinaciones impuestas sobre nuestra existencia física! El glitch rechaza respetuosamente el segundo lugar ante la convención ordinaria.
La problematización que Jurgensos hace del dualismo digital abre la puesta para mayores discusiones y descubrimientos: cuerpos y artistas identificadas como mujeres que participan en la hermosa revoltura del género todavía están marcando su propio camino dentro del linaje de la historia del arte; en el mundo digital hemos reclamado una base firma, una plataforma para explorar nuevos públicos, participar en discursos críticos con nuevas audiencias y, sobre todo, glitschar entre nuevas concepciones de nuestros cuerpos y nosotras mismas.
Tenemos un camino largo frente a nosotras, aún estamos en fase beta, pero la avería está ya en camino. ¿y qué hay del resultado? Afortunadamente, aún está cargándose.
Contexto
Aparece en https://www.digitalmanifesto.net/manifestos/91/
Enlaces
Primera Edición:
Wayback Machine :https://web.archive.org/web/20200402230538/https://thesocietypages.org/cyborgology/2012/12/10/digital-dualism-and-the-glitch-feminism-manifesto/